PRESENTACION

Saludos a todas las personas que tengan la curiosidad de seguir este blog.

Iremos contando pequeñas historias que nos van a ayudar a reflexionar, con el objetivo de pasar un buen rato y al mismo tiempo encontrar la paz interior y la felicidad. Si, eso he dicho, la paz interior, y alguno pensará ¿y eso cómo se consigue?.

Pues fácil no es, pero tampoco imposible. Pensad por un momento cómo sería vuestra vida si no tuvierais "asuntos pendientes" con alguna otra persona, si os llevarais bien con todos vuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc., con los que tuvierais relaciones. Y también que pasaría, lo más importante, si os llevarais bien con vosotros mismos.

La respuesta teneís que decirla vosotros, pero si como espero, este tema es algo que os interesa, os animo a descubrir juntos las posibilidades que nos ofrece el perdón, el cual sin duda alguna nos lleva a la felicidad y a vivir con alegria.

Todos los meses se publicará una historia. Damos la bienvenida a cualquier opinión o pregunta que se quiera realizar.

miércoles, 23 de enero de 2013

CONFERENCIA

El próximo 16 de Febrero 2013, y dentro de la Muestra Internacional de Cine que Inspira "De Madrid hasta el Cielo", está programada una conferencia con el título "La Perdonanza. Perdón en acción", que impartirá Gregorio Lubiano, en el Auditorio del colegio La Salle Maravillas, calle Guadalquivir, 9 a las 19 h.

La conferencia está basada en el nuevo libro "La Perdonanza", que trata del perdón a los enemigos. Los temas sobre los que versará la conferencia son:
- ¿es posible perdonar a los enemigos?
- El perdón completo y verdadero.
- Entender y comprender al enemigo.
- Los pasos necesarios para conseguir perdonar.

Para mayor información, contactar a través de f.albacea@gmail.com, o llamando al 609-487906.


Autor: Gregorio Lubiano
Colección: Círculo rojo - Investigación
Páginas: 260
ISBN: 978-84-9030-535-5
Formatos: Edición rústica  
Tamaño: 15 x 21 cm
Editorial: Editorial Círculo rojo
Precio: 16 €
Perdonanza es un término antiguo que significa indulgencia y tolerancia. El sufijo "anza" añadido a perdón, significa "perdón en acción". En este libro se quiere analizar ese perdón en su extremo más difícil, el perdón de los enemigos.
Dicen que todos sabemos perdonar, aunque perdonar a los enemigos es algo que nos cuesta hacer. Si alguien nos causa un grave daño físico o moral, o a un ser querido, olvidar y perdonar es muy difícil, hasta el punto que hay personas que se llevan el agravio a la tumba. Para entender "la perdonanza", hay que mirar el perdón desde otros puntos de vista. Si decimos que perdonar es "dejar de estar enfadado o resentido hacia (alguien) por una ofensa, falta, o error", resulta que la persona que consigue perdonar, es la primera beneficiada, ya que deja de estar enfadada o resentida. Se trata de pensar o poner el centro de atención, en la persona que perdona y no en el ofensor, del que también nos ocuparemos. Dejamos de estar encadenados al ofensor y nos sentimos libres.
Si nos lo proponemos, perdonar a los enemigos, requiere práctica y es algo que podemos conseguir. Dejaremos de vivir con odio, rencor y angustiados por el miedo a lo que nos suceda. "La perdonanza" nos ofrece ser pacíficos, tolerantes y comprensivos. Al mismo tiempo, mejoramos nuestras relaciones personales y conseguimos la paz interior. Sólo tenemos que intentarlo.

domingo, 16 de enero de 2011

DOS CAMPESINOS



En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, - bonita forma de empezar y que pena que Miguel se me anticipara-, vivían dos enjutos campesinos, vecinos por suficientes señas, sabios como el que más, y que el destino había juntado por no sé qué razones o cosas raras de la vida.

El caso es que el uno era optimista y jovial. Afrontaba la vida y sus circunstancias con admiración, asombro y gratitud. Había llegado a la conclusión que de esta forma tenía más energía para trabajar en las duras tareas que tenía que realizar y que al mismo tiempo con su actitud podía disfrutar de todas las maravillosas cosas que su vida le brindaba.

La predisposición de su vecino no podía ser más diferente. Una mañana cuando caminaban juntos camino de sus huertas, el primero decía:

“¡Mira que maravilloso día! ¡Has visto que amanecer más bonito!”. El otro replicaba:

“¡Probablemente hará tanto calor que los campos se agostaran!”

Una tarde, que se veían nubes en la lontananza, el primero comentaba:

¡¿No es maravilloso que parece que la Madre Naturaleza le va a dar de beber a nuestras hortalizas?!

“Mientras no caiga el pedrisco y nos arruine la cosecha”, contestaba con cara de preocupación el otro.

En un viaje que el primero hizo a la capital de la provincia, iba pensando que podía llevarle a su tieso vecino que le hiciera tener ilusión . Mira por donde, entró en una tienda de animales y encontró algo único que seguro iba a maravillar a su amigo. Así que sin dudarlo y pagando sin rechistar el precio que le pidieron, le compró un hermoso perro. No se crean Vds. que era un chucho cualquiera. Era el perro mejor entrenado y con talento para hacer innumerables proezas que se puedan imaginar. Por fin su vecino se iba a asombrar.

Así que al día siguiente, le dio su regalo y empezó a enseñarle todas las cosas que el perro sabía hacer. El perro saludaba y daba la mano, “Bah”, decía el otro, “eso lo hace el perro de fulano”. El perro se echaba o saltaba dos metros de altura, o sabia contar con ladridos, “Bahh” repetía el otro, “eso lo hace el perro de zutano”. Que se le tiraba un palo a gran distancia y el perro lo traía hasta los pies a una velocidad del rayo, “Bahhh” decía el otro “eso se lo he visto hacer a muchos perros”. A todo esto, nuestro primer amigo, le dice sonriendo:

“Bueno, pues acompáñame al río, a ver que piensas de esto”. Y hacia allí se fueron los dos campesinos con el perro saltando y brincando a su lado. Cuando llegaron a la orilla, el que había comprado el perro, cogiendo un palo lo arrojó al medio de la corriente, gritándole al perro: ¡¡¡busca!!!

El perro sin dudarlo un momento, se adentra en el río, y “caminando sobre las aguas” recupera el palo y lo lleva ante los pies de ambos, sin apenas haberse mojado las patas.

“Bueno, ¿qué te parece esto?, le pregunta el primero con cara de satisfacción.

Y el otro, con el ceño fruncido le contesta, “¡hummmm! ¿tú estás seguro que este perro sabe nadar?

¡Qué vida tan diferente! Seguro que estáis de acuerdo que una actitud positiva puede hacer a menudo, la diferencia entre la felicidad y la miseria, entre la salud y la enfermedad e incluso entre la vida y la muerte. Viktor Frankl es un ejemplo de ello, ya que sobrevivió a los campos de concentración alemanes. Sus padres, su hermano y su esposa no tuvieron tal suerte, pues salvo una hermana todos perecieron.
¿Cómo habiendo perdido tanto, padeciendo hambre, frío y brutalidades sin fin, pudo aceptar que la vida fuera digna de ser vivida? En su libro “El hombre en busca de sentido”, asegura algo digno de mención: “todo puede ser quitado a una persona excepto una cosa: la facultad de elegir la actitud con que respondemos ante cualquier hecho o circunstancia que nos suceda”.

Perdonar es una de las más importantes decisiones que uno puede tomar y si se hace a menudo, se acaba convirtiendo en una actitud. Su práctica eliminará de tu mente toda sensación de debilidad, de tensión y de fatiga. De paso, arrasará con todo vestigio de temor, culpabilidad y dolor.

¿Hay quién dé más? Seguro que nuestro triste campesino tendrá una respuesta. Pero ¿Cuál es la vuestra?

jueves, 16 de diciembre de 2010

EL GORDO DE LA LOTERIA

Esto es un cuento judío que seguro conocéis, en versión libre original, y que nos viene bien recordar por la época en que nos encontramos. Nuestro héroe se llama Alberto, y mirándole de frente, veréis que ya tiene algunas entradas, y aunque todavía no es mayor, ya peina canas. Está casado desde hace más de veinte años y como muchos matrimonios de su época, se conformaron con “la parejita”, de los cuales el chico mayor está a punto de entrar en la Universidad. Trabaja en una compañía de seguros, en el departamento administrativo y su vida transcurre de una forma de lo más anodina y simple.

Pues mira por donde, una noche cualquiera hace una semana, Alberto tuvo un “sueño lúcido”, de esos en que uno es consciente de estar soñando, y podía darse cuenta y rememorar con claridad lo que estaba viviendo. Alberto había entrado en una de esas librerías antiguas cerca del Rastro, de las pocas que aún quedan por Madrid, y según iba echando un vistazo a los títulos de los libros, colocados en estanterías sin mucho orden ni concierto, no podía por menos de fijarse en el que parecía el dueño del local, un viejo con una blusón largo, algo raído y desteñido. Después de un buen rato, el viejo un poco renqueante se le acerca y de repente le dice:
“¡Pero todavía no ha encontrado Vd. un libro!”
Alberto, algo confuso, asintió con la cabeza, y el viejo, con mirada condescendiente, le apuntó:
“Busque Vd. en ese primer libro de la estantería que tiene a su derecha. Si encuentra algo de interés no se lo puede llevar, porque ese libro no está a la venta”, y se alejó rezongando algo que Alberto no supo entender.

Alberto pensó que no perdía nada por seguir el consejo, así que cogió el libro que le había indicado el viejo. Se acercó a un punto que había más luz y pudo observar que tenia entre sus manos un libro encuadernado en rústica al que le faltaba la cubierta original, gastado y sucio, cuyo título le sorprendió: Jeux de Calcul et de Hasard. Se trataba de un manual sobre los juegos de azar, escrito por un tal M. Lebrun, de 1840 y editado en París.

Alberto se entretuvo hojeando el libro que versaba sobre juegos de cartas, de dominó, damas, ajedrez, etc., cuando entre sus hojas un papel escrito a mano, llamó su atención.
Sería del tamaño de un billete de lotería, escrito con historiada letra, en el cual se podía leer:

Este año el número de la lotería del Gordo de Navidad
es el que encontrarás en el reverso.

Con mano algo temblorosa, dio la vuelta al papel y allí estaban: cinco números, claritos, redondos, inolvidables….

Alberto estaba confuso, había entrado de casualidad en una tienda, y el librero le había dirigido a un libro que no podía comprar, con un papelito que parecía un mensaje llegado a tiempo. Pero ¿que iba a hacer?, su cabeza hervía de ideas, y aceleradamente puso el libro en su sitio, y salió sin apenas despedirse. Una vez fuera en la calle, el frío le despejó y esbozó una sonrisa, tratando de adivinar lo que el viejo librero se habría quedado pensando de él. Sería una broma que le había gastado, se preguntó, y el papelito que tenía completamente grabado en su memoria, no hacía más que darle vueltas por la cabeza.

Esa noche, cuando llegó a su casa, después de saludar a su familia, se conectó a Internet y puso en Google: “como averiguar donde venden un número de lotería” y en menos de un cuarto de segundo, ¡¡¡¡zasss!!!! 871.000 resultados y el primero era “Búsqueda del número soñado: Ministerio de Economía y Hacienda”. No lo podía creer, pero pulsó para entrar en la página y sin tener más que buscar encontró: “Teclee el número a localizar”. Pensando si lo que estaba pasando era una jugarreta del destino, introdujo los cinco números y pulsó la casilla que ponía “Consultar”. De nuevo, ¡¡¡¡zasss!!!! , la Administración de Loterías y Apuestas del Estado donde podía adquirir el número estaba en: ¡¡¡Chinchón!!!

Pensando que su familia le iba a tomar por loco, decidió no contar nada y a la mañana siguiente, se fue a la oficina como todos los días. A eso de las diez, después de haber tenido más de mil pensamientos, se atrevió a llamar a la Administración de Chinchón y temiendo lo que le podían decir, preguntó por el número a la mujer que se puso al teléfono. “Que raro”, le contestó esta, “ayer vino un señor desde Cataluña y me compró todos los décimos de este número, excepto tres décimos que les tengo expuestos y que sin querer no se los vendí, ¿les quiere Vd?”.

El corazón de Alberto palpitaba como si se quisiera salir de su pecho. Con voz nerviosa le contestó que SI y que se los guardara. La mujer algo mosqueada, le contestó que como mucho se los guardaba ese día y que cerraban a las ocho de la noche. Alberto le aseguró que iría antes de esa hora y en su cabeza empezó a planificar el viaje. Como solía salir a eso de las seis de la tarde, ¿le daría tiempo? Menos mal que ese día había llevado el coche a trabajar. ¡No podía dejar escapar esta oportunidad!

Aunque al final del día su jefe intentó que le hiciera un trabajo extra, Alberto se disculpó como pudo y salió deprisa de las Oficinas. El viaje hasta Chinchón se le hizo eterno y todo era porque su cabeza giraba como un torbellino por las ideas que sin parar acudían a su mente, ¿le habría guardado la lotera los décimos? ¿Y si no le vendía los tres? ¿Se lo diría al resto de la familia? ¿Con quién iba a compartir la suerte? ¿Y porqué van tan lentos los coches? ¿Y si pillo un atasco y no llego a tiempo?......

Por fin llegó a Chinchón y no le fue muy difícil encontrar la Administración pues todo el mundo sabía donde estaba. Sólo se tranquilizó cuando la buena mujer le vendió los tres décimos y despacio, sin dar explicaciones, salió del local. Se tomó un café en un bar de la antigua plaza, aprovechando el tiempo para llamar a su mujer y decirle que esa noche llegaría más tarde, sin explicar donde se encontraba. Al poco rato, emprendió el camino de vuelta.

Conducía despacio pero sin prestar mucha atención, porque su mente estaba ocupada. Aunque la cifra la conocía de sobra, de nuevo se preguntó a cuánto ascendía la suma si le tocaba el Gordo. Rehizo el cálculo y la cifra total le hizo sonreír: ¡novecientos mil euros!, casi un millón, ¿y qué iba a hacer con tanto dinero? Tampoco era tanto, iba a tener que seguir trabajando, pero empezó a dudar de compartirlo con sus allegados. Dándole vueltas al asunto, llegó a su barrio y algo curioso empezó a ocurrir.

Cuando iba a entrar en su calle, se encontró con que los edificios de viviendas continuaban, ¡qué raro!, pensó, “me he debido pasar la calle”. Volvió en dirección contraria más despacio, y cuando llegó a la altura, en ese sentido también continuaban los edificios. Llegó al siguiente cruce, pensando que se estaba equivocando y dio una vuelta a la manzana para entrar por el otro extremo. Confundido, tampoco encontraba la entrada a su calle, ¡esto no podía estar pasando! Paró el coche y llamó por teléfono a su casa. El teléfono sonaba y sonaba pero nadie lo atendía. Llamó al móvil de su hijo, que era el único de la familia que tenía, y una voz femenina, le decía: “fuera de cobertura”.

Estaba empezando a ponerse nervioso cuando vio que alguien se acercaba. Se bajó del coche le preguntó por su calle y el desconocido le aseguró que llevaba mucho tiempo en ese barrio, y que nunca había oído hablar del nombre de esa calle. Por más señas que le daba, el otro seguía en sus trece, y la prueba era que allí no estaba la calle. Entró en el coche de nuevo y se puso a llamar a sus amigos y conocidos. ¡No podía ser!, ¡todos los teléfonos estaban fuera de cobertura! Desesperado arrancó el coche y se dirigió a la Comisaría de Policía, pensando que allí seguramente le ayudarían. Cuando le contó al guardia que no encontraba su calle, éste le miró pensando qué estupefacientes habría consumido recientemente. Alberto, levantando la voz afirmaba “¡que si, que si, que he perdido mi calle! y no sólo mi calle, ¡también he perdido a mi familia!” Y lo repetía una y otra vez a todo el que se acercaba. Por fin le pasaron al despacho del Comisario y tuvo que contar toda la historia, porque estaba claro que no le creían, respondiendo a las preguntas que le hacían.

“Miré Vd. hombre de Dios”, le decía el Comisario ya algo cansado, “si su calle existiera, tendría que figurar en la Guía, ¿no le parece?

“Pues claro”, contestó Roberto muy seguro pensando en cómo no se le había ocurrido antes.

“Pues vamos a buscar”, y cogiendo una guía de calles, muy serio y circunspecto, el Comisario ojeaba pausadamente las páginas por orden alfabético. “Lo ve, aquí no figura ninguna calle con ese nombre”. “Compruébelo Vd. mismo”.

Alberto, que no se lo podía creer, cogió la guía con fuerza, y se puso a mirar y remirar. Allí no aparecía su calle. Su calle había desaparecido y su familia también.
El Comisario, con cara de pocos amigos, le espetó: “váyase ahora mismo de aquí y como cause algún problema será detenido”.

Alberto sin decir una sola palabra, salió y se montó en su coche. Sin saber a donde dirigirse, acabó volviendo a su querido barrio a seguir buscando su calle, y efectivamente allí no estaba, ni rastro de la misma. Pero su mayor problema era que su familia tampoco. La noche era fría y ya no pasaba un alma por la calle. Sin poderlo evitar, dentro de su coche con la cabeza y brazos sobre el volante, empezó a sollozar al no poder entender que era lo que le estaba ocurriendo. ¡Cómo iba a sobrevivir sin su familia!, ¡sin su casa!, ¡sin todas las cosas que eran parte de su vida! Bueno, no sin todo, tenia tres décimos de lotería que le iban a suponer un buen pellizco, pero con rabia se puso a maldecir la hora en que había entrado en la librería. ¿De qué le valdría tanto dinero si perdía a su mujer y a sus hijos? ¿Y qué iba a ser de su vida? ¡Todo por los malditos novecientos mil euros!

Alberto pensó que había ido en busca de un tesoro que podía ser irreal y sin embargo había perdido el tesoro que era su vida. Allí continuó llorando convulsamente y de repente el ruido del despertador le sobresaltó.

Cuando cobró la conciencia, Alberto se tiró de la cama como con un resorte, tratando de entender lo que había pasado: ¡todo había sido una pesadilla! Se fue al cuarto de baño y se miró al espejo: no pudo por menos de soltar una carcajada pensando que por la noche cuando volviera de su querido trabajo, encontraría todo en su sitio, como debía ser. Por fin respiró aliviado. Su mayor tesoro estaba al alcance de su mano.

Ese día cuando llegó a la Oficina y conectó el ordenador, de pronto, los cinco números vinieron a su mente con una claridad radiante, ¿daría la casualidad de que ese número de lotería le venderían en Chinchón?

Y aquí vienen las preguntas de siempre, ¿pensáis que Alberto se atreverá a comprobarlo? Y si fuera verdad ¿se atrevería a llamar a la lotera?

domingo, 14 de noviembre de 2010

LA SUEGRA CHINA

Este es un sencillo cuento que he encontrado en internet y que desconozco su autor. Lo curioso es que se puede aplicar no sólo al caso de una suegra, sino también al jefe, al vecino, al amigo o al enemigo, es decir, a cualquiera.

Hace mucho tiempo, una joven China llamada Lee se casó y fue a vivir con el marido y la suegra. Después de algunos días, no se entendía con ella.

Sus personalidades eran muy diferentes y Lee fue irritándose con los hábitos de la suegra, que frecuentemente la criticaba. Los meses pasaron y Lee y su suegra cada vez discutían mas y peleaban.

De acuerdo con una antigua tradición china, la nuera tiene que cuidar a la suegra y obedecerla en todo. Lee, no soportando más vivir con la suegra, decidió tomar una decisión y visitar a un amigo de su padre.

Después de oírla, él tomó un paquete de hierbas y le dijo: "No deberás usarlas de una sola vez para liberarte de tu suegra, porque ello causaría sospechas.

Debes darle varias hierbas que irán lentamente envenenando a tu suegra.

Cada dos días pondrás un poco de estas hierbas en su comida. Ahora, para tener certeza de que cuando ella muera nadie sospechará de ti, deberás tener mucho cuidado y actuar de manera muy amigable. No discutas, ayúdala a resolver sus problemas. Recuerda, tienes que escucharme y seguir todas mis instrucciones".

Lee respondió: "Si, Sr. Huang, haré todo lo que el señor me pida".
Lee quedó muy contenta, agradeció al Sr. Huang, y volvió muy apurada para comenzar el proyecto de asesinar a su suegra.

Pasaron las semanas y cada dos días, Lee servía una comida especialmente tratada a su suegra. Siempre recordaba lo que el Sr. Huang le había recomendado sobre evitar sospechas, y así controló su temperamento,
obedecía a la suegra y la trataba como si fuese su propia madre.

Después de seis meses, la casa entera estaba completamente cambiada.
Lee había controlado su temperamento y casi nunca aborrecía a su suegra. En esos meses, no había tenido ni una discusión con ella, que ahora parecía mucho más amable y más fácil de lidiar con ella.

Las actitudes de la suegra también cambiaron y ambas pasaron a tratarse como madre e hija.

Un día Lee fue nuevamente en procura del Sr. Huang, para pedirle ayuda y le dijo: "Querido Sr. Huang, por favor ayúdeme a evitar que el veneno mate a mi suegra. Ella se ha transformado en una mujer agradable y le amo como si fuese mi madre.
No quiero que ella muera por causa del veneno que le dí".

El Sr. Huang sonrió y señaló con la cabeza: "Sra. Lee, no tiene por que preocuparse. Su suegra no ha cambiado, la que cambio fue usted.

Las hierbas que le dí, eran vitaminas para mejorar su salud. El veneno estaba en su mente, en su actitud, pero fue echado fuera y sustituido por el amor que pasaste a darle a ella".

En la China existe un adagio que dice: "La persona que ama a los otros, también será amada".


Esta vez no se me ocurre ninguna pregunta.

domingo, 10 de octubre de 2010

LA PENA DE MUERTE ES UNA PENA

Hace poco me reuní con dos amigos para vernos de nuevo y tomar un café juntos. La charla era relajada y cordial pero se tensó un poco, porque no me acuerdo como fue, que empezamos a hablar de la pena de muerte, de los pros y contras, y resultó que uno de ellos era partidario de la pena de muerte, sobre todo para determinado tipo de crímenes, y el otro era un ardiente defensor de la abolición. Salió a relucir el diferente tratamiento en algunos Estados de Estados Unidos, pues en 38 de ellos sigue vigente, pero es que en el mundo todavía se aplica en cerca de 90 países, algunos de ellos como China, Egipto, India y Cuba que la mantienen para delitos comunes. En Irán, Arabia Saudí y otros, la homosexualidad puede llegar a pagarse con la vida. Hablamos de lo que ha evolucionado la humanidad en este sentido si volvemos la mirada hacia la historia, así como otros variados argumentos.

Ya os anticipo que mi posición al respecto ha variado a lo largo de mis años y quizás por eso, entiendo y respeto completamente cualquier postura que una persona pueda tener en este tema , pero os voy a contar una historia que es la misma que les conté a ellos, con el ánimo de que la discusión no fuera a mayores.

El 14 de Abril de 1995, en el Estado de Florida, Lynda que tenia 17 años, dejó entrar en la casa de sus padres con los cuales vivía, a LeRoy, un chico dos años mayor que ella, al que conocía porque en alguna ocasión la había suministrado algunas drogas. Estaban solos en la casa y pronto empezó una discusión sobre alguna deuda que Lynda tenía con el chico. En la pelea el chico trató de forzarla sexualmente y ante su resistencia, agarró un gran cuchillo de la cocina, y allí mismo de una desafortunada cuchillada la degolló. El chico asustado huyó y la pobre chica se desangró aunque pudo pedir ayuda por teléfono y decir el nombre del asesino. Cuando llegaron las Asistencias no pudieron impedir que camino del hospital, la chica falleciera.
A las pocas horas, la Policía detuvo a LeRoy, con sus huellas en el arma del crimen y testigos que le habían visto salir de la casa. LeRoy acabó confesando y en su defensa alegaba que estaba bajo los efectos de la droga que había consumido y que con la discusión había perdido la cabeza.

La vida para los padres y otros familiares de la chica de pronto cambió. Alguien a quien no conocían, en un momento, les había arrebatado a su preciosa hija y sentían que su vida ya no sería la misma a partir de entonces. El chico ingresó en prisión y la maquinaria judicial se puso en marcha. Pasaron casi tres años hasta que llegó la fecha del juicio y la Fiscalía solicitaba la pena máxima, la inyección letal para el culpable.

A todo esto, resultó que el padre había sido un activista a favor de la supresión de la pena de muerte, y había acudido a manifestaciones contra dicha pena. Cuando el destino le sacudió con la muerte de su más querida hija, se debatió entre sentimientos encontrados. La rabia y el odio que sentía hacia el asesino de su hija se contraponía con su forma de pensar. Si LeRoy no había tenido derecho a quitar la vida de su hija, ni él ni la sociedad tenían ese derecho ahora. Para colmo, su mujer y otros familiares si que eran partidarios de la aplicación de la pena de muerte y no podían entender que él fuera partidario del perdón.

Llegó el día del juicio y pudo ver cara a cara al asesino. Su comportamiento durante el juicio era altanero y frío y tampoco demostraba arrepentimiento. Su defensa basó sus argumentos en el estado en que se encontraba por los efectos de la droga consumida y la pérdida de control, por la discusión y la negativa de la chica al acto sexual. El hecho de que no hubiera pedido auxilio y huyera de la casa iba en su contra. Sin embargo, el padre que había tenido tiempo de aclarar sus ideas, en ese momento del juicio, lo que más temía era que el veredicto fuera el de la pena de muerte, pues eso le obligaría a tomar partido y las acciones legales que fueran oportunas, para que no se aplicara. Eso le llevaría a solicitar el perdón y la conmutación de la pena, y tener que enfrentarse a su familia.

Pero el destino decidió que esa no iba a ser su ocupación. LeRoy fue condenado a 30 años de prisión, casi media vida que le quedaba la pasaria entre rejas. El último día del juicio, antes de que LeRoy abandonara la sala, este padre hizo algo que le brotó de pronto del fondo de su ser. A través de su abogado, solicitó al Juez poder decir unas palabras al condenado. El Juez accedió a que lo hiciera brevemente fuera de la Sala de Juicio y encadenado como estaba, con los guardias presentes, asegurándose que no era para tomar el padre algún tipo de represalia. El padre sentía que no podía dejar escapar la oportunidad de mirar a los ojos al asesino de su hija, los mismos ojos que su hija había visto antes de que perdiera la vida, y que difícilmente igual luego no se le presentaría otra oportunidad.

Cuando llegó el momento de dirigirse a él, se encontró muy calmado. Después de un breve silencio, le dijo que ya no estaba enfadado o resentido hacia él, aunque había sentido mucho dolor por lo que le había hecho y que la madre aún continuaba destrozada. Le dijo que lo que sentía era mucha compasión hacia él y que le deseaba que de alguna forma pudiera dar un cambio a su vida. Le acabo diciendo que rezaría por él y que en su corazón sólo existía el perdón y la comprensión. La cara del chico reflejaba su desconcierto y no pudo articular palabra, pero sus ojos y expresión cambiaron por completo. Los guardias se lo llevaron sin miramientos, con la cabeza baja.

Aquel día, cuando el padre salió de la Corte de Justicia y llegó a su casa, sintió una gran calma. Ya no había ningún sentimiento negativo en su corazón y el hecho de haber podido perdonar al asesino de su hija, le había dado una gran paz y tranquilidad. Ya no se sentía más una víctima y se había liberado de sus negativos pensamientos. Poco a poco su vida recuperó la normalidad y ayudó a hacer lo mismo a su familia. En la actualidad está colaborando con una ONG que ayuda a los presos a reincorporarse a la vida civil y también ayuda a personas que están pasando por su misma experiencia. Si él lo ha logrado puede ayudar a otros a hacer lo mismo.

Y aquí se acaba esta historia, y como es lo habitual, os preguntaré si ¿creeis que alguno de mis dos amigos cambió su forma de pensar al respecto?¿sois partidarios de la pena de muerte?

domingo, 12 de septiembre de 2010

LA VERDADERA HISTORIA DE LA CIGARRA Y LA HORMIGA

Estoy seguro que todos hemos leído o escuchado la fábula de la cigarra y la hormiga, y como nuestros mayores nos educaban con su relato. Recordaréis con facilidad que es una fábula atribuida a Esopo y recreada por Jean de la Fontaine y Félix Maria de Samaniego, pero para que no tengáis que esforzaros en recordar, más o menos el cuento sería así:

El sol del verano ardía sobre el campo. La cigarra cantaba a toda voz en las largas horas de la siesta, tranquilamente sentada en una rama.

Comía cuando se le antojaba y no tenía preocupaciones. Entretanto, allá abajo, las hormigas trabajaban llevando la carga de alimentos al hormiguero.

Terminó el verano, quedaron desnudos los árboles y el viento comenzó a soplar con fuerza. La cigarra sintió frío y hambre. No tenía nada para comer y se helaba. Entonces fue a pedir auxilio a sus vecinas, las hormigas. Llamó a la puerta del abrigado hormiguero y una hormiga acudió. La cigarra le pidió comida.

¿Por qué no guardaste en el verano cuando abundaba? ¿qué hiciste?, le preguntó la hormiga.

Cantaba, le respondió la cigarra.

¿Mientras yo trabajaba? ¡pues ahora baila!, dijo la hormiga dándole con la puerta en las narices.

“Debemos ser prevenidos y pensar en el futuro, para no vernos luego en dificultades”.


Pero cuando se escribieron estos relatos no existía Internet y el estudio de los animales ni siquiera conocía el término mirmecología, que es la rama de la zoología o, más precisamente de la entomología, que se ocupa del estudio de las hormigas, de su desarrollada vida social y de todos los aspectos referidos a ellas. Por daros algunos datos, resulta que existen actualmente entre 12.000 y 20.000 especies que sobreviven desde hace más de 100 millones de años. Se estima que hay entre mil billones y diez mil billones de hormigas viviendo sobre la Tierra. ¡Apabullantes cifras!, y eso que sólo viven entre uno y tres años, dependiendo de la especie, excepto las hormigas reinas que pueden llegar a vivir cerca de treinta años.

Otro tanto parecido pasa con las cantarinas cigarras o chicharras. Son miles las especies presentes en todos los continentes, con excepción de la Antártida, y los entomólogos siguen trabajando en la clasificación de estos insectos. Se alimentan de la savia de los árboles y otras plantas. Su ciclo de vida es muy interesante: resulta que las cigarras macho cantan y cantan para atraer a las hembras, las cuales ponen sus huevos y mueren poco después (¡las hembras son silenciosas!). Los insectos jóvenes (o ninfas) caen al suelo y penetran en la tierra. Las ninfas viven dentro de la tierra de 4 a 17 años (dependiendo de la especie) y se alimentan de la savia de las raíces. Después cavan túneles, suben a los árboles y sufren una muda, transformándose en adultos con alas y listos para el apareamiento, el cual tiene lugar durante los meses cálidos. A principios del otoño y con la llegada de las lluvias, las cigarras mueren y se repite el ciclo de vida.

Sabiendo todo esto, el final de la historia entre la cigarra y la hormiga, podría haber sido en verdad diferente:

Alicaída y triste se dio media vuelta la cigarra, y ya se alejaba cuando la puerta se abrió de nuevo. ¿Dónde va Vd., Doña Cigarra?, acérquese de nuevo, le dijo la hormiga medio sonriendo.

Esperanzada la cigarra se aproximó y la hormiga le dijo amablemente: ¿pero cómo piensa Vd. que no le voy a dar algo de comida?. Ha sido un buen verano y tenemos abundantes provisiones. Le ruego me disculpe la rudeza, pero es que me acordé de sus sonoros cantos, que me causaban gran admiración.¡se la veía tan despreocupada y feliz! ¿por qué cantaba tanto?.

Pues con mucho gusto se lo cuento, contesto la cigarra. Lo hacía para atraer a la hembra y como había mucha competencia, lo tenía que hacer lo mejor posible. Tuve la suerte de tener pareja y ha puesto cerca de 300 huevos. He cumplido satisfactoriamente mi misión y ahora puedo morir tranquilo. Y como mirando al pasado, añadió:
Desde mi árbol, yo les veía a Vds., acarrear y acarrear comida y pensaba lo trabajadoras y hacendosas que son estas hormigas. Yo no tenía forma de acumular mi comida. Ahora que no hay savia en los árboles, me he visto en la necesidad de acudir a su puerta. La verdad es que tengo muy pocas fuerzas y presiento que me queda poco de vida.

No se preocupe, contestó Doña Hormiga. Sabiendo lo ocurrido, échese por aquí cerca del hormiguero y le traeremos algunas provisiones. Vd. ha nacido para cantar y lo ha hecho muy bien, tiene que tener una vejez tranquila. A mí me han contado mis mayores que no debemos inquietarnos por el mañana, porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán.

La cigarra emocionada le contestó: Le doy mis sinceras gracias por su comprensión y actitud. Ya intuía yo que Vds. eran unas criaturas muy sabias y longevas.


“Cuando te pidan ayuda no la niegues. Hazlo sin esperar nada a cambio y seguro que serás recompensado”.

Y para que sepáis que la moraleja se cumple, cuando muchas de las cigarras fallecen, aparecen de nuevo las hormigas y con sus fuertes mandíbulas arrastran al cuerpo de la cigarra y con él se alimentan durante el invierno.

Y aquí viene la pregunta: ¿cómo os consideráis vosotros? ¿sois más cigarras que hormigas? ¿ó es al revés?. Creo que hay que inventar una nueva palabra, la hormigarra.

domingo, 1 de agosto de 2010

LOS DOS HERMANOS - 2ª PARTE


-Continuación de la historia del mes anterior-

Ya os puedo contar algo más de esta historia, porque después de que pasaran algunos días de la entrevista con Enrique, fue éste el que me pidió que nos volviéramos a encontrar. Todo ha sucedido mucho más rápido de lo que yo temía.

Por retomar el final, acordaros que después de pensar las posibilidades que tenía, yo le hice una pregunta a Enrique, que él se quedó para reflexionar. La pregunta fue, ¿qué es lo que quieres que resulte de esta situación?. Enrique se quedó mirándome, como si no entendiera bien la pregunta y yo le aclaré:

“Lo importante de decidir de antemano lo que quieres que ocurra, es que te permitirá más fácilmente decidir si cualquier paso o decisión que tomes, se ajusta o no a la consecución de tu objetivo. En una situación como esta, si permites que salga lo mejor de lo que llevas dentro de ti, el resultado final al menos para Enrique será satisfactorio”.

Volvimos a vernos en el mismo sitio y cuando me encontré con él, rápidamente pude percibir una sonrisa y un brillo especial en sus ojos. Con todavía algo de excitación me contó lo siguiente:

“Pues mira, pasé dos o tres días dando vueltas al asunto. Por un lado, estaba muy dolido con todas las faenas que me había hecho mi hermano. Lo he pasado muy mal estos últimos años y ha sido un desprecio detrás de otro, por no decir nada del perjuicio económico que me causó. Por otro lado, temía cual podía ser su reacción si nos veíamos y pensaba que, igual se iba a empeorar más si cabe nuestra relación, lo cual sin duda sería el final definitivo. Si él es orgulloso, yo lo soy aún más y las ideas se me iban y venían, de porqué iba a tener que ser yo quien diera el primer paso. Pero también pensaba en lo que me habías dicho, de sacar lo mejor de mí ante la situación y no podía por menos de pensar, en que al fin y al cabo, se trataba de mi hermano, el único que tengo.

Así que hablé con mi mujer y le dije que, al menos por mi parte, iba a tratar de resolver la situación, a lo cual ella me apoyaba completamente. Le pedí que hablara con nuestra cuñada Carmina y que ésta nos dijera, cual sería el mejor momento de ir a verle a su casa, pero que no le anticipara nada. Carmina, la contó que Julián apenas salía de casa, y que se pasaba el tiempo sin hacer nada y bebiendo más de la cuenta. Así que al día siguiente, acompañado de mi mujer, me acerque a su domicilio, pidiendo a Carmina, que no estuviera ninguno de mis sobrinos, pues no tenía nada claro si al final se iba montar o no una trifulca.

Carmina nos franqueó la entrada y yo me presenté en el salón delante de mi hermano, el cual se quedó como anonadado, pues era obvio que no se podía imaginar mi presencia allí. Yo le dije, algo nervioso, unas palabras que había preparado de antemano:

-Julián, vengo a ti con los brazos abiertos. No vengo a hacerte reproches y como hermano tuyo que soy, de la misma sangre, vengo a ofrecerte la ayuda que tú y tu familia necesiteis-.

Julián se quedó por un momento callado, lo cual a mí me pareció una eternidad. Entonces decididamente, se levantó y se vino hacia mi, y los dos nos fundimos en un fuerte abrazo. Julián empezó a sollozar como un niño, y yo no pude por menos de hacer lo mismo, y allí nos tiramos los dos un buen rato. A todo esto, Amparo y Carmina que habían presenciado la escena, también se habían puesto a llorar y yo que les daba la espalda, podía oír claramente sus sollozos.

Fueron unas lágrimas liberadoras, como un torrente que todo se lo lleva. Cuando nos tranquilizamos, nos sentamos los cuatro y las primeras palabras que pronunció Julián, fueron para pedirme perdón, una y otra vez. Cuando yo le aseguré que no guardaba el mínimo rencor en mi corazón y que podía contar conmigo, Julián poco a poco y de una forma deslabazada, nos contó lo mal que lo había pasado. Nos confesó que, en más de una ocasión, había pensado en el suicidio, y que gracias a su mujer y a sus hijos, no se había decidido a dar el fatídico paso. Nos contó como, todos los que decían que eran sus amigos, le habían abandonado, como le habían traicionado personas que eran de su confianza, como las puertas de los bancos se le habían cerrado cuando antes acudían a recibirle y los tristes ratos que había pasado en los que sólo podía ahogar sus penas en alcohol. Nos habló de la vergüenza que había sentido pensando en mí, en toda la familia y lo cobarde de su actuación, debida a su casi nula autoestima. La vida le había dado una gran lección y ahora su hermano, con su comportamiento, se la seguía dando y nunca lo podría olvidar.

Por mi parte, le propuse olvidar el pasado, no hacer ni siquiera mención de todo lo que había ocurrido. Era como un mal sueño, del que afortunadamente habíamos despertado.
Le hablé de cómo me estaban yendo los negocios, y la fuerte bajada en ventas, debido a la crisis. Sin embargo el grupo seguía en beneficios y todavía tenía ganas de seguir luchando, así que le dije que se tomara el tiempo que estimase necesario, pero que me vendría muy bien para supervisar el Departamento Comercial del grupo. Sabía de lo que era capaz en ese campo y no tenía ningún temor a equivocarme. Que se lo pensase y si aceptaba mi oferta, ya hablaríamos de condiciones. De momento, lo principal era que las dos familias celebráramos el reencuentro, así que les propuse que fuéramos todos a comer a un buen restaurante de la ciudad.

Así que al siguiente sábado, nos fuimos a comer y tenías que ver la cara de algunos, cuando nos veían a todos juntos y sonrientes. Los primos como chicos jóvenes que son, contribuyeron a que el ambiente fuera distendido y agradable. Ha sido la invitación que he hecho en mi vida, de la que más he disfrutado. Mi hermano y yo nos podíamos mirar a los ojos y recordar divertidas anécdotas de cuando éramos pequeños y vivían nuestros padres”.

Enrique me contó algunos detalles más y me dijo que no sabía como agradecerme lo que había hecho. Le contesté que si lo pensaba bien, todo el mérito era suyo, que con su gran corazón y su valentía había resuelto de maravilla la situación, pues había sacado lo mejor que llevaba dentro: el perdón, la confianza y su generosidad. Yo me contentaba con tener su amistad en el futuro.

Y como estamos de vacaciones, aunque rompiendo la tradición, esta vez no os dejo ninguna pregunta para pensar.